Una corona no es más que un sombrero en el que entra el agua cuando llueve. Estas palabras de Federico el Grande son muestra de su humildad. Sin gran pompa, pero con disciplina, este rey del s. XVIII cambió la historia de Prusia.
Sus deseos eran los de un hombre sencillo: no tener preocupaciones, estar “sans souci” término francés que puede traducirse como «sin preocupaciones«, simbolizando que el palacio era más bien un lugar de descanso que un centro de poder. Y así mandó construir entre 1745 y 1747 el palacio de verano de Sanssouci, en las conocidas terrazas de viñedos.
El palacio no sobrepasa las dimensiones de una gran villa de un solo piso. Con sólo 10 habitaciones principales, fue edificado en la cima de un pequeño tozal aterrazado situado en medio del parque. Tan grande fue la influencia del gusto personal de Federico en el diseño y decoración del palacio, que su estilo ha sido calificado como «Rococó federiciano».
Se convirtió en su residencia de verano y su lugar preferido, donde se refugiaba solo con sus perros en tiempos difíciles. Incluso las pequeñas reparaciones las permitía de mala gana, ya que el palacio era su palacio y “solo tenía que durar lo que durase su vida”. Jan Bouman, un arquitecto holandés, concluyó el proyecto.
Federico quería un palacio íntimo para vivir: por ejemplo, quería acceder inmediatamente desde el jardín, en lugar de tener que subir una larga escalera. Insistió en que fuese construido a nivel del suelo ya que debía de ser una casa de recreo en conexión directa con la naturaleza. Las habitaciones principales, iluminadas por otras ventanas, dan al sur sobre la viña; el acceso se encuentra en la fachada norte, donde fue construida una cour d’honneur semicircular con dos columnatas segmentadas de orden corintio.
Afortunadamente, este deseo suyo no se cumplió y Sanssouci sigue resplandeciendo como lo hacía antiguamente. Las habitaciones conservan su forma original, con elegantes muebles. Y el extenso parque con el resto de edificios del Palacio, como el Nuevo Palacio, las Nuevas Cámaras, la Casa China, la Orangerie o el Palacio de Charlottenhof están más hermosos e impresionante que nunca.
La verdad no me imaginaba una Alemania tan palaciega.
Jesus En todos los sitios se cuecen habas… y los reyes digamos lo que digamos, han procurado vivir como reyes.
Pues menos mal que quería un palacio sencillo porque si no, no le cabría ni un adorno mas. Lo bueno es que parece que se conserva muy bien.
Calandra Normalmente todos los reyes van acumulando regalos y compras que hacen en los establecimientos de todo a cien, así luego parece que tienen algo y es pura chatarra…
– Jubi…
Un hermoso palacio, y la disposición de los jardines es muy curiosa. Abrazos
Ligia Los jardines, o vides ya que es un viñedo, es lo que más nos llamó la atención al principio.
Abrazos
Mucho que limpiar hay en ese palacio. Como se nota que no tenía que hacerlo el tal Federico.
Senior citizen A los visitantes les hacía poner patucos de mopa, les regalaba un plumero para espantar a las moscas y cuando todos se marchaban ponía el robot aspirador movido por baterías y así no le daba ningún trabajo la limpieza. Y si aún quedaba algo de polvo, abría las ventanas y el molino de viento le terminaba de dejar las estancias como los chorros del oro.
PRECIOSO !!!
trimbolera Me alegro que te haya gustado. Espero que lo de Lucia no sea nada importante.
Pues yo accedo a mis aposentos desde el jardín, como quería el Fede… 🙂
Salud
Genín Eso es fabuloso y lo digo ya que en Broto me pasa igual, aunque tengo que pasar por el salón.
Saludos
Parece que hemos salido de Alemania, un reducto fuera de lugar y precioso. Abrazos
Ester En Alemania no solamente hay cosas que nos recuerdan una época que nunca debería de haber existido, por supuesto también hay cosas buenas.
Abrazos
Una «humilde» casita para el «humilde» coronado.
Una mirada… Si claro y si yo tuviera mucho dinero podría decir, tengo un aeropuerto en la cabeza donde patinan todas las moscas que tratan de aterrizar, pero hacerme esa mansión de 10 millones de euros para no resfriarme en invierno, del aeropuerto nos olvidamos que quiero un campo de golf, pero no os olvidéis del helipuerto al lado de mi casica.