Hubo un tiempo que en España todos a una, trataban de engrandecer la nación.
Pero hace no mucho, los hombres hablaban la misma lengua. Todos se entendían, y a simple vista, parecía que no tenían problemas de comunicación. Pero un día, un grupo de personas con bastante ambición decidieron crear un reino independiente.
Sus habitantes unidos trataban de encontrar la felicidad, pero un grupo de ellos, pensaron que su reino sería muy poderoso, y que para que todos lo supieran, debían construir un edificio especial, que todos respetaran y admiraran.
Los habitantes solamente pensaban en superarse a si mismos y encontrar un trabajo y una ocupación digna para cada uno de ellos, sin pensar en sobresalir en demasía.
Pero hubo alguno que pensó : Construiremos un edificio cuya cúspide roce el cielo. Que sea tan alto que llegue hasta las nubes. Y así es cómo decidieron construir la torre de Babel.
Dios entonces contempló la torre que comenzaban a construir aquellos hombres.
– Les dije que fueran humildes y no intentaran imponer su poder unos sobre otros y no me han hecho caso. ¿Por qué construyen esa torre? Quieren ser los más poderosos dominar al resto de hombres. Pues veremos qué tal lo hacen si no hablan la misma lengua.
Así que a los representantes de los ciudadanos les dieron un pinganillo para que entendieran a los demás, sin darse cuenta que todos conocían el mismo idioma y lo hablaban bien.
Los hombres, confundidos, no entendían las órdenes de unos y otros para construir la torre y comenzó a instalarse el caos. Desesperados, los hombres abandonaron la construcción y cada uno se estableció en un lugar diferente, en donde se comenzó a hablar también una lengua diferente.
Y así es como en la actualidad unos hablan castellano, otros catalán, también valenciano, otros gallego, también euskera, otros aranés, y pequeñas poblaciones se comunican en bable, en fabla, en…
Y en estas condiciones no hay Dios quien se entienda.