Había un viejo sufí que se ganaba la vida vendiendo toda clase de baratijas.
Parecía como si aquel hombre no tuviera entendimiento, porque la gente le pagaba muchas veces con monedas falsas que él aceptaba sin protestar, y otras veces afirmaban haberle pagado, cuando en realidad no lo habían hecho, y él aceptaba su palabra.
Cuando le llegó el día de la muerte, alzó sus ojos al cielo y dijo:
«¡Oh Alá! He aceptado de la gente muchas monedas falsas, pero ni una sola vez he juzgado a ninguna de esas personas en mi corazón, sino que daba por supuesto que no sabían lo que se hacían. Yo también soy una moneda falsa. No me juzgues, por favor.»
Y se oyó una voz que decía:
«¿Cómo es posible juzgar a alguien que no ha juzgado a los demás?»
Autor: Anthony de Mello??
¡Conmovedor!
Ojalá todos cumplamos la recomendación de «no juzgar si no queremos ser juzgados».
¡ Hacemos demasaidos juicios sin fundamento alguno!
Un abrazo, y buenos días.
Por desgracia no creo que se den en el mundo muchos casos como este.
Un abrazo