Ya se habló en este blog de la fabricación artesanal del jabón, ahora retrocederemos en el tiempo para conocer un poco su historia.
El ser humano utiliza el jabón desde hace 5.000 años, sobre todo en manos de los babilonios, egipcios, griegos y romanos.
Decía la reina Isabel I de Inglaterra que ella se bañaba una vez al mes, «lo necesitase o no». Y es que la higiene personal era algo que dejaba bastante que desear desde la Edad Media, cuando la Iglesia se convirtió en la luz y guía del mundo occidental.
El uso de jabón para el aseo personal y la limpieza de los vestidos se remonta a un tiempo tan antiguo como hace 5.000 años. Tenemos evidencias de la existencia de algo parecido al jabón en unos cilindros de arcilla babilonios de 2800 a. C. Las inscripciones de esos cilindros dicen que se hervían grasas con las cenizas de plantas, lo cual es un método para hacer jabón.
Cuenta la leyenda que el jabón fue descubierto accidentalmente en Roma por las mujeres que lavaban su ropa en las aguas del río Tiber, a los pies del monte Sapo. Una sustancia que bajaba mezclada con las aguas del río hacía que tanto sus manos como las ropas que lavaban, quedaran mucho más limpias.
En la cima del monte Sapo se efectuaban sacrificios de animales a los Dioses, la grasa animal, mezclada con las cenizas de las incineraciones eran arrastradas monte abajo por las lluvias y se mezclaban con otros materiales que componían el suelo arcilloso. Esta sustancia compuesta por ácidos grasos (grasa animal) e hidróxido de potasio
(ceniza y agua) dan lugar al jabón.
Para la higiene personal utilizaban trozos de arcilla, arena, piedra pómez y cenizas, dejando la ropa a merced de la sosa -conocida en el mundo romano como natrium-, cenizas, heces de vino… Para conseguir en la ropa ese blanco más blanco utilizaban amoniaco, que los artesanos griegos obtenían de la fermentación de la orina.
El jabón sirio procedente de la ciudad de Alepo, antiguo territorio fenicio, se sigue fabricando hoy día con el mismo método tradicional y con aceite de oliva y aceite de laurel.
Los fenicios lo fabricaban con aceite de oliva y sosa cáustica (o carbonato de sodio) obtenida a partir de las cenizas de la combustión de plantas halófitas (plantas que viven en las salinas) como la salicornia o la salsola.
Utilizaban grasa de cabra y cenizas de abedul para fabricar sus jabones.
Hay quien asegura que los cruzados introdujeron en el siglo XI el jabón en Europa Central desde Alepo. Los fenicios tuvieron tratos comerciales con Europa antes de los tiempos romanos, así que seguramente este tipo de jabón habría llegado mucho antes a las ciudades costeras como Nápoles, Marsella, Cartagena o Cádiz. Lo cierto es que en la Baja Edad Media no se utilizó mucho el jabón, y debido a la falta de higiene se originaron grandes epidemias que diezmaron a la población, como la peste negra del siglo XIV.
Diversos avances se han logrado ya al respecto, pero todavía queda mucho por hacer para que todas las empresas fabricantes de detergentes sean conscientes y cambien sus prioridades hacia la utilización de una química más verde que recupere a la esencia de los primeros limpiadores más naturales.
Lo de la falta de limpieza en la Edad Media no cuenta para Al Ándalus, donde los árabes adoraban el agua y tenían albercas por todas partes.
-Senior citizen- Creo que te refieres a la zona andaluza más concretamente a la zona de Granada, ya que me parece que Al Ándalus inicialmente se refirió a la totalidad de las zonas conquistadas por las tropas árabe-musulmanas en territorios pertenecientes a España, Portugal, Francia, Andorra y Gibraltar, luego se refirieron solamente a toda la península Ibérica y posteriormente a la zona de Granada.
En Granada es donde estuvieron más tiempo, pero supongo que las costumbres que tuvieron aquí serían las mismas en todas partes. Además, el Reino de Granada también abarcaba entonces lo que ahora es Almería y Málaga, más parte de Murcia, Jaén y Cádiz.
-Senior citizen- Es decir que os lo dejasteis perder, las legumbres y hortalizas de Murcia, el aceite de Jaén, la miel de Almería…
Hasta que llegaron los expertos católicos y destruyeron casi todos los lugares en los que no pudieron meter una iglesia nueva.
Sí, para el islam la purificación del cuerpo es casi tan importante como la pureza del alma.
Saludos,
J.
-José A. García- Cuando las creencias religiosas en cualquier país entran a formar parte de las narrativas, símbolos, tradiciones e historias sagradas, en contraposición a otras religiones, mal suelen funcionar las cosas.
Saludos
Magnífico artículo sobre la historia del jabón, me quedo con la última parte en donde animas a volver a los orígenes en cuanto a los elementos de su fabricación que es más respetuoso con el medio ambiente.
Un abrazo!
-Montse- Gracias, en realidad es buscar mucha información e ir extractando lo mejor que puedo la indagación obtenida en todos los artículos consultados.
Un abrazo
Muy interesante. Un beso
-Susana- Me alegro que te haya gustado.
Un beso
Es para decir ¡Gloria al jabón y a quienes lo introdujeron en la vida humana!, porque ese mejunje, aliado con el agua, hizo más por la salud que muchas aplicaciones sanadoras usadas desde tiempos remotos.
-Una mirada…- Así es, no hay nada más que ver la de veces que nos habremos lavado las manos en esta época del Covid y si pensamos en los cirujanos con su lavado de manos quirúrgico, ya no tenemos que buscar ninguna estadística, para saber que es primordial para la salud de las personas.
Muy interesante, aunque algunas leyendas no se sostienen, como la de los romanos, pues hay pruebas de que el jabón ya estaba inventado. No obstante, es bonita y supongo que de ahí viene su nombre en italiano.
En la Edad Media se usaba el amoniaco de los orines par limpiar la ropa, así que nos podemos imaginar el olorcito que desprendían. Otros pueblos que vivían más al sur estaban más avanzados; lástima que no evolucionaran y se quedasen en el siglo XII.
-Tawaki- En el tema de la limpieza existe mucha fábula, pero…
Dicen que en épocas pasadas, cuando aún no había en las casas sistemas de desagüe, era costumbre arrojar por los balcones y ventanas que daban a la calle las aguas sucias, orines y demás inmundicias. Para advertir a los transeúntes del peligro, se daba unos segundos antes el grito de «¡agua va!».
Difícil de creer, sin embargo parece ser cierto, eso demuestra la «limpieza» que existía entonces.