Reflexiones de un socorrista
Estimado bañista : Soy uno de los socorristas que ayer le pitaba y le hacia señales desde la orilla en esa playa que usted visita cada verano. Como usted recuerda, ayer ondeaba la bandera roja. Fue una jornada difícil para el servicio de socorrismo, aunque se que para usted solo fue molesto. Molesto por estar de vacaciones y tener que soportar mis pitidos e indicaciones cuando usted lo último que desea en sus días de descanso es desconectar y que le den órdenes. Quiero creer que usted no oía los pitidos por el fuerte ruido de las olas y que tampoco entendía mis indicaciones por darme la espalda y encontrarse ya tan lejos de la orilla. Por ese motivo, decidí acercarme todo lo que las condiciones de seguridad me permitieron para instarle a que saliese, pero usted como he dicho creo que no lograba entenderme y tuve que esperar media hora a que saliese para poder hablar con usted.
Como usted recuerda, una vez en la orilla le transmití la situación del mar y el motivo por el cual ondeaba la bandera roja, a lo que usted me respondió; “no es para tanto chaval”. Estas fueron sus últimas palabras mientras me volvió a dar la espalda y se alejó sin querer saber nada más. He estado reflexionando sobre su actitud y he decidido escribirle estas letras ofreciéndole amistosamente el punto de vista de un socorrista que ha permanecido en esa playa que usted y yo sabemos durante algo cercano ya a diez años. Voy a ello.
A los socorristas no nos gusta izar la bandera roja. ¿Conoce realmente el motivo de izar una bandera roja? Cuando los/as socorristas nos vemos en la obligación de llevar a cabo esta acción es porqué ya hemos agotado todas las opciones de seguridad posibles, como por ejemplo cerrar un sector específico de la playa que entraña peligro y derivar a los bañistas a zonas de baño más seguras mediante banderas y carteles. Cuando hay bandera roja significa que existe peligro inminente en un área extensa de la playa, por no decir en su totalidad y esto implica que se pueden producir focos de riesgo en cualquier parte de la misma, implicando la integridad física de la población y los propios socorristas. Usted pensará que cuando hablo de focos de riesgo me refiero a esas olas pequeñas de ayer que le hicieron pensar que “no es para tanto chaval”.
Quiero comentarle respecto a esto que las olas no ahogan, las olas pueden producir lesiones medulares y traumatismos craneales debido a la fuerza de su impacto contra el fondo marino, ya sean fondos arenosos, rocosos o corales, pero ese no es su problema porqué como usted bien sabe las olas ayer eran pequeñas, suelen serlo por suerte por aquí y en este periodo del año. El verdadero problema son las corrientes, esas masas de agua invisibles que provienen del choque de las olas entre sí y que una vez llegan a la orilla vuelven con fuerza hacia dentro por un canal invisible. Estas corrientes se han cobrado este verano la vida de más de doscientas personas en nuestras costas y desgraciadamente esta cifra no va a detenerse hasta que llegue el otoño y las playas se vacíen.
Le digo esto porqué cuando usted se adentra en estas corrientes retando su seguridad, debe saber que también está retando a la mía, pues mi responsabilidad consiste en hacer todo lo posible para que cada día en la playa las personas estén seguras y disfruten sin riesgos innecesarios. Si usted entra y me necesita yo tendré que entrar, como hice ayer en tres ocasiones pocas horas después de que usted me dijese que “no es para tanto chaval”. Así que si logra leerme de algún modo me gustaría pedirle un favor a una persona como usted que lleva muchos más años que yo nadando en la playa que trato de cuidar y a quien no merezco reprocharle nada.
Si ve bandera roja ondeando en la playa otro día no entre al mar. No lo haga por mí, tampoco lo haga por usted. Hágalo simplemente por su hijo, o por su nieta, o su pareja, hágalo por esa pareja de franceses que no conoce y que al verle nadar igual se animen a entrar con su hijo de cuatro años sin manguitos. Hágalo por todos ellos, se lo dice un socorrista que en diez años ha presenciado alguna lágrima en días de verano que no lo merecían. Recuerde siempre ser un ejemplo para la playa.
Atentamente y gracias por leerme, el socorrista de ayer
Fuente : Yo socorrista
Diáfano y directo mensaje que alguna gente debería aprenderse de memoria antes de tomar decisiones precipitadas que, en muchos casos, resultan mortales.
Una mirada… Precisamente esa fue la razón que me impulsó a copiar y publicar el artículo que acabamos de leer, son demasiadas las personas fallecidas en las playas para no hacernos eco de la reflexión de este socorrista, y lanzarlas a los cuatro vientos para que cunda el ejemplo y respetar las indicaciones que se nos hacen en las playas.
Pues yo pensé que al final iba a decir que se había ahogado por gilipollas… 🙁
Salud
Genín No quiero desear nada malo a nadie, pero se lo hubiera tenido bien merecido.
Saludos
Por el motivo que dice Genín se están ahogando muchos este verano y lo malo no es que se ahoguen ellos es que ponen en peligro a otras personas.
Calandra Totalmente de acuerdo contigo, lo malo no es que ellos se ahoguen, el problema es que arrastran a otros y ponen en peligro la vida de los socorristas.
Son tan irresponsables con su vida y más en arriesgar a otros,además del dolor que provocan a sus familias. Muy buena carta… para ponerla en lugares muy visibles.
Un abrazo.
Sara O. Durán Efectivamente así es, la carta deberían ponerla en muchos sitios bien visible, para que los bañistas la leyeran con atención.
Un abrazo
En esta España de «Corruptos & Cachondos», el saltarse las normas porque nos joden, porque no nos dejarían hacer lo que nos «sale», es arte y parte de nuesrro ADN, ya saben: español, español, españoooool
celebrador Eso es lo malo, que por norma nos gusta saltarnos las prohibiciones y además nos sentimos orgullosos de ello.
Hasta que no lo viven en sus propias carnes, no escarmientan algunos. Lo peor es que no saben el dolor de los que también lo viven a su alrededor… Abrazos
Ligia Lo malo es que si les toca, unos minutos antes del momento fatal me imagino que pensarán si yo hubiera hecho caso…
Abrazos
Muy buena la carta. Uno puede arriesgar su vida si le da la gana, pero lo que no puede es poner en riesgo la vida de los demás. Y esto pasa lo mismo en el mar que en la carretera.
Senior citizen Sin embargo no solemos pensar en los demás, incluso ni siquiera en muchas ocasiones pensamos en nosotros mismos, cuando nos saltamos una prohibición.
Reconozco que me cuesta mucho aceptar el ‘exceso’ de seguridad en el que quieren envolvernos. Aprendi a nadar casi antes que andar y lo mejor del mar, cuando era nino, eran las olas grandes de la orilla. He vivido resacas (no alcoholicas, sino de las otras) y me he banado con precaucion y sentido comun.
En la actualidad, llega a la playa gente que podria ahogarse facilmente en un barrano. Se adentran sin saber a que peligros se enfrentan y, claro, se ahogan.
Dicho todo lo anterior, vuelvo a la primera frase. Hay que hacer caso de los socorristas, pero me cuesta. Es la mania actual de igualar por debajo. Como hay un torpe que se ahoga, todos en tierra.
Tawaki El problema actual es la masificación, yo conozco mucho mejor la montaña y en ocasiones se ve a determinadas personas, poco menos que en chanclas metiéndose por zonas que incluso con buen calzado es relativamente difícil andar lo ahí, o en un día que incluso el más tonto ve que va a haber una tormenta, se meten a hacer barranquismo, con el riesgo de que una tormenta de agua los arrastre sin enterrarse de que es lo que les ha pasado.
Y lo malo es que los socorristas en el mar o la Guardia Civil en la montaña no tienen forma de saber quienes son los expertos y quienes son unos domingueros.
Al que ignora una bandera roja y las indicaciones de un socorrista deberían dejarlo a su aire.
La selección natural de las especies ya hará el resto….
Landahlauts No es mala idea y si se salva por sus propios medios le tenían que poner trabajos comunitarios… por ejemplo de socorrista cuando hubiera bandera roja.