Un indigente logra un techo gracias al éxito de su libro.
La salvación de Jean-Marie Roughol fue una frase de desprecio viajando hacia los oídos adecuados. Este indigente parisino pedía limosna en los Campos Elíseos cuando vio cerrar el candado de su bicicleta a Jean-Louis Debré, exministro del Interior y uno de los políticos más reputados de Francia. Roughol lo reconoce y le propone vigilársela mientras el dirigente entra a un complejo de tiendas.
La breve conversación atrae la atención de una pareja. «¿Has visto? ¡Debré está hablando con un vagabundo!», le suelta él a ella en tono burlón. Lo oyen, y en un impulso de rabia, Debré le espeta la frase que lo cambiaría todo. «Escucha Jean-Marie, yo creo que tú tienes mucho más que contar que esa gente. Escríbeme tu historia. Escríbeme tu vida. Escríbeme un libro. Yo lo corregiré y encontraré un editor«.
En su vivienda parisina, un pequeño estudio por el que paga 530 euros al mes de alquiler, la cafetera ruge. Roughol presume de fumar menos y enciende un cigarrillo cada veinte minutos. En la pared, sobre un mapa de París, aparecen señalados más de una decena de emplazamientos. Son los lugares donde ha ejercido la mendicidad.
La pintoresca pareja Jean-Louis Debré, exministro del Interior y el mendigo Jean-Marie Roughol, trabajaron mano a mano durante dos años y medio en diversas cafeterías. El problema surgió cuando, en más de una ocasión, la Policía se acercó al honorable político, para asegurarse de “que ningún hombre de su calaña le estuviera molestando”. Debre comprendió que el entrevistar a su nuevo amigo en lugares públicos podía dar lugar a situaciones embarazosas como la anterior, y decidió seguir con su plan en el Consejo para asegurar la mayor tranquilidad.
El relato de Roughol, tanto en las páginas de su libro como de viva voz, es la historia de un buscavidas. Días y noches al raso. Las avenidas y bulevares de París, tan agradecidos con el viajero de paso, convertidos en armas mortíferas para sus inquilinos. De sus inhóspitas calles se refugia en andenes de metro habitados por ratas del tamaño de gatos y toxicómanos con la mirada perdida que algunas noches gritan entre delirios.
Antes de publicar el libro, en los días más productivos recauda unos 60 euros. En su camino se topa con lo peor de la condición humana. «No queremos vagabundos en Francia», le gritan entre insultos. A la vez constata la existencia de pequeños milagros: el desconocido que le da 300 euros. El bar que le permite comer gratis. Las anónimas manos que dejan una moneda en su vaso.
En ese tiempo vuelve sobre recuerdos lejanos y recientes. El vagabundo escribiendo en un parque o un café. El vagabundo haciendo memoria del abandono de su madre a los cinco años, de las brutales palizas de su padre, un camionero alcohólico, y del maltrato de los padres adoptivos con los que convivió temporalmente.
Llena cuadernos y se reúne con Debré en cafés de París, donde lo invita a comer mientras discuten sobre el texto. Alguna vez se ven en su elegante despacho del Consejo Constitucional y Roughol se mueve impresionado entre sus majestuosas estancias doradas. El político lo entrevista durante horas para llenar las lagunas de su historia.
La fama no ha zanjado la inquietud sobre su futuro económico más allá del libro. Dice que por eso cada mañana se lanza a la calle y sigue pidiendo dinero a los viandantes. Más aseado y mejor afeitado que tiempo atrás.
En el camino hacia el lugar habitual donde pide, un indigente se le acerca intuyendo en él a un personaje importante al ver que está siendo grabado por un cámara para este reportaje. Huele el dinero. Le implora unas monedas para un café y Roughol, que se sabe observado, se las da y le cuenta que él también es un hombre de la calle tendiéndole su libro como prueba. El joven le observa con incrédula admiración y se despide de él con un apretón de manos.
Sobre su futuro, Roughol lo tiene claro: “escribir, escribir y escribir. Eso ha sido mi salvación y lo que actualmente me motiva”. El novelista deja atrás el que había sido hasta ahora su sueño: abrir una creperia, pues asegura que “estos negocios dan muchos gastos y ahora ya tengo un rumbo claro”. Y es que sus planes son más que suculentos, pues está escribiendo la segunda parte del libro que le sacó del anonimato y también una obra de teatro sobre la historia de su vida.
Fuentes consultadas : El País, La Vanguardia, Actualidad, El Español.
Un hombre con suerte, agradecido y generoso. Una bonita historia. Abrazos
Ester Efectivamente así es. Tuvo la suerte de encontrarse en el sitio adecuado con la persona apropiada, y con los testigos impertinentes.
Abrazos
Que interesante, aunque por lo que veo, desde niño lleva sufriendo lo suyo, me alegra que al final tenga suerte… 🙂
Salud
Genín Curioso y coincidencias de la vida, encontrarse con el que le ayudó a escribir y le promocionó el libro.
Saludos
Encontro a la suerte, reso le paso por no rendirse, no maldecir la vida, y acontinuacion, tirarse al tren, ante tanto problema, puedo haber sido la respuesta, pero la vida te ponea muy piedras en el camino, y decide que hacer con ellas, ¿un castillo, protestar, o atarla al cuello y tirarte al rio
Puede ser que tu vida no deje de ser un infierno, pero nunca lo sabras si te rindes
un abrazo
Maria Jesus Ruiz Alonso En ocasiones la vida se te hace cuesta arriba, sin embargo hay que aguantar y no abandonar jamás, en esta ocasión tuvo su premio por no rendirse.
Un abrazo
Estar en el sitio y momento adecuado es fundamental.
Jesus En esta ocasión estuvo en el sitio apropiado, ya se sabe, «la suerte no es para el que la busca sino para el que la encuentra»
Como un milagro, Emilio. No abundan ministros así, pero da gusto saber que sí hay.
Un beso de anís con hielo : )
Sara O. Durán Es cierto no abundan ministros así, pero en esta ocasión…
Te acepto las dos cosas, dicen que de verdad la ola de calor llegará este jueves, así que a seguir sudando sin parar.
Un beso
Diversas personas han partido de una situación de gran adversidad para dar un giro radical a su vida y ayudar a otros. Leí «Orange is a new black» (no la serie de tv, el libro) un caso real de una mujer que pasó un año en la cárcel por un delito de años atrás, esta mujer ahora ayuda a mujeres en la cárcel.
Pero claro, salir de esas situaciones sigue siendo el gran y principal obstáculo.
Magda No conozco la serie ni el libro, trataré de buscar información.
Efectivamente se pueden dar situaciones así aunque no suele ser lo normal.
Pues que aproveche esa oportunidad que no se presenta todos los días.
Calandra Es cierto, tuvo mucha suerte, me tenía que haber pasado a mi hace años, ahora sería un escritor de fama.
No suele ser habitual que las circunstancias de la vida ofrezcan oportunidades a quienes malviven ante la indiferencia del prójimo. Chapeau por ambos.
Una mirada… Es una enorme casualidad que estas personas se encontraran, pero así es la vida, la suerte no es para el que la busca, sino para el que la encuentra.